miércoles, 24 de octubre de 2012

PERSISTENCIA y AMPLIFICACION, dos trampas mentales que nos roban el tiempo



Se le llaman trampas mentales a maneras de pensar y/o de comportarse que suponen una pérdida absoluta de tiempo ya que exigen gran cantidad energía y recursos a cambio de prácticamente nada. La influencia de estas trampas es universal y podemos caer en sus redes tanto al pasar la aspiradora como al preparar una importante reunión de trabajo. En este post nos vamos a centrar en dos trampas mentales que nos hacen trabajar en exceso para alcanzar nuestro objetivo: La PERSISTENCIA y la AMPLIFICACIÓN.

  • La persistencia o inercia mental
Caemos en la trampa de la persistencia cuando continuamos trabajando, por pura inercia o porque no nos hemos percatado del cambio, en proyectos que han perdido el valor. Es el típico caso de las partidas de Monopoly que continuamos con ellas cuando ya estamos cansados y aburridos:
- ANA: Me estoy empezando a aburrir, vamos a dejarlo
- PEPE: No, hay que terminar!!
- ANA: ¿Para qué?
- PEPE: Pues para ver quién gana
- ANA: Esta bien, me rindo, ganas tú
- PEPE: Eso no, además lo que se empieza se acaba
Lo malo es que nuestra cultura nos enseña a contemplar la persistencia como una virtud y existe una especie de imperativo moral de terminar todo lo que se empieza. Pero, ¿por qué continuar con una tarea que ha perdido su sentido? ¿por qué perder el tiempo?


  • La amplificación 

Caemos en está trampa cuando trabajamos más de lo necesario para lograr nuestro objetivo. Ejem. Matar una mosca con un mazo a no ser que queramos hacer ejercicio. Cada tarea en la vida tiene una cantidad concreta y adecuada de trabajo: Si hacemos poco, no cumplimos objetivos. Si hacemos mucho, desperdiciamos nuestros recursos.

Debemos ser conscientes que hay muchas tareas que se prestan a la amplificación infinita porque ‘siempre será posible hacer mas’: Si preguntamos a 10 personas sobre qué opinan sobre un producto, siempre podríamos haber preguntado a 15.

Para superar la trampa de la amplificación se recurre a la ley de los rendimientos decrecientes. La pregunta que nos tenemos que hacer para saber cuándo hemos de parar es: ¿Invertir más trabajo en esta actividad me va a beneficiar igual que si invierto la misma cantidad de esfuerzo en una nueva actividad? 

Si no pretendiéramos saber todo con tanta exactitud puede que conociéramos mejor las cosas. Goethe
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